Aunque lo anterior suene exagerado, realmente me sentía como si caminara entre dos mundos paralelos, compartiendo mi energía entre ambos, una ecuación aunque improbable, muy plausible.
Al llegar, ordené huevos con pan tostado y mantequilla, acompañado con un exquisito café de ollita, necesitaba proteínas y una dosis elevada del enervante líquido caliente para recuperarme del cansancio y malestar. Devoré el contenido en mi plato como si no hubiera comido en días. Al terminar mis alimentos me dio mucha sed y pedí una botella de agua mineral helada. La destapé de inmediato y al darle el primer trago sentí ahogarme y una terrible desesperación se apoderó de mí, abriendo la boca para agarrar aire mientras resonaba en mi cabeza el timbre característico de la campanilla del mostrador del local, cuando un cliente desesperado por su bastimento la hiciere sonar repetidas veces. La fondera al ver la situación, corrió a mi rescate a darme palmadas frenéticas en la espalda hasta que pude respirar nuevamente. Era como si de pronto fuera engullido por el sueño que tuve la noche anterior. Me encontraba en el mar y el súbito recuerdo de ello parecía como si en verdad lo hubiera vivido:
"El viento soplaba fuerte afuera moviendo todo Ese viento que aúlla ferozmente en sus embates Golpeando mí estructura sin cejar en su empeño Eolo enfurecido arremetía en contra furiosamente Las olas se levantaban por encima de mi cabeza Más allá de mis esperanzas crecía el mar encontrado Y la marea amenazaba con arrastrar la playa donde Me encontraba de pie resistiendo la tormenta Esperanza de un haz de luz entre las nubes erigió Mi mente para finalmente encontrar la salida Pero el paraje endurecido por la negrura empecinada Me impidió ver la salida por los medios convencionales Mi cuerpo cansado y avasallado por tan tremenda fuerza, Fue decayendo poco a poco sin salvación inmediata aparente No podía ver mi salida, las nubes cubrían toda esperanza… La muerte cargaba mi cuerpo yacente entre las olas El vaivén de la marea cubriría mi rostro Y el agua salobre indudablemente llenaba mis pulmones Y que con certeza, yacía yo boquiabierto en ademan De haber dejado este plano mundano y terrenal Y los pescadores, al ver mi cuerpo flotando echan redes Y descubren mi tragedia en un veloz segundo Había muerto mi espíritu asesinado por la indiferencia O por exceso de atenciones, eso nunca lo pude saber… Y en ese estado me encontraba, preso de mi propia impotencia Cuando las redes jalaron al bergantín mi cuerpo maltrecho Y entre otros cadáveres menos afortunados que el mío Impregnaban su maloliente desdén por encontrarme En su misma situación… Otros por ser alimento de vida para los críos Yo por ser seguramente el sustento familiar De aquellos que sin duda me arrojaron al mar… Por un momento dude de mi propia muerte Ya que el sabor salado del agua que me contenía Pugnaba fuerte en mi boca que entraba a raudales Y al querer activar mis pulmones y respirar Encontré nuevamente la terrible apreciación De que mi mortandad se había hecho evidente Aun para mí… La impotencia inundo mis sentidos ya yertos Y la concepción de abandonar mi cuerpo y dejarlo Me impuso un método nauseabundo por ver De mí mismo los despojos de un ser sin vida Sin embargo el vómito no se produjo ya que para ello Se necesita sustancia verdadera y yo en este estado Y acompañado ahora de los que fueran mi alimento No producían el estado de satisfacción que en Otro momento, sustancialmente habría desechado Por el impulso de las náuseas que ahora sentía
Estas palabras anidaban en mi mente la más cruel de las gestas, del nido de la misma quimera arrancaba de mi un suspiro casi fúnebre, funesto.”
Fragmento del Hombre en la Ventana, por ©Carlos R di Paulo Zozaya
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