Hablando de machos, marchas y manchas

En este planeta no hubo nadie más macho que los vikingos, unos seres que vivían para conquistar, pelear y beber como nadie más, sin embargo, hace ya mil años que estos seres rudos, cansados de la guerra, decidieron intercambiar las armas por herramientas, cambiar el Valhalla por la vida eterna en un paraíso distinto.

La cristianización jugó un papel importantísimo en este proceso y el resultado fue que el mundo antiguo dejó de ser azotado por estas hordas de bárbaros bien organizados y fue la educación la que finalmente logró aplacarlos ya que de esa manera pudieron interpretar a la política y también dejaron atrás las supersticiones características de este tipo de comunidades que se organizaban en clanes. Para ellos y otros seres humanos, cuando la ciencia estaba en pañales, la ignorancia de las causas de los fenómenos naturales, como rayos, terremotos, etcétera, dio pie a que la imaginación creara todo tipo de leyendas y mitos, hasta el punto de considerar que al morir sin una espada en la mano no podrían ir a gozar de las mieles prometidas en el palacio de Odín.

Tales mitologías estaban presentes en todos los asentamientos humanos de la antigüedad, con variantes menores.

En la actualidad ser macho representa embriagarse y no despreciar una pelea y ayudar en las tareas del hogar te convierte en mandilón ante los ojos de las personas que no pueden interpretar esas situaciones como un símbolo evolutivo y lo ven como la degradación personal, entonces la ausencia de la educación convierte a los hombres en “machos” y a su vez, es la ignorancia la que no les permite aceptar un error y por consiguiente buscan culpar a alguien mas y el resultado típico son los golpes sobre todo cuando hay alcohol en el sistema.

Si bien es cierto que la educación escolarizada ayuda a forjar el pensamiento lógico, es sin duda en el hogar donde se deberían promover los valores fundamentales para integrar uno igualitario en todos los sentidos, pero la economía actual mantiene a los padres ocupados en las tareas del trabajo relegando la responsabilidad de la educación cívica y ética al auto aprendizaje y a la tecnología para no ser molestados, ya que están cansados de trabajar dos turnos (tal vez) y el autodidactismo se resume a actividades lúdicas en los smartphones y el acceso a información que los adolescentes no pueden interpretar de buena manera y por consiguiente buscan seguir los patrones perjudiciales de personajes famosos ya que los consideran modelos positivos porque representan los excesos y dinero. Los hombres quieren a las chicas que hay en los videos que ven y las mujeres quieren ser como las chicas en los videos.

Luego tenemos la circunstancia de la dualidad moral, donde al chico se le prohíbe mentir, pero cuando llama a casa un cobrador se le instruye que diga que no está. O los padres se quejan de la corrupción no obstante cuando un agente de la ley les detiene buscan resolverlo con una “lana” y luego pretenden explicarle al menor porque sí ahora está bien corromper a la autoridad y mal cuando un político es corrupto. Estas actitudes confunden a los menores y consideran que todo está bien cuando se trata de obtener un beneficio propio, pero mal cuando otro se enriquece, El resultado es un modo de actuar y sentir egoísta y por consiguiente, se le despierta la doble moral.

Luego, cuando ven a su progenitor o a gente cercana proferir piropos altisonantes a las mujeres, el resultado no se hace esperar toda vez que el niño lo ve como algo cotidiano, no obstante que he escuchado más de una vez, cuando el niño se queja con la mamá de estas actitudes, porque en la escuela le dicen que eso está mal, y la madre responde: Ya ves como es tu padre, no le hagas caso. O sucede que ello promueve una discusión interminable donde el pequeño es utilizado como escudo de ambas partes y acto seguido, el niño por no sentirse culpable ya no se queja y lo asimila y probablemente replicará esa actitud en lo futuro.

Pero ¿Quién es bueno o malo? ¿Quién es el culpable? ¿Quién puede determinarlo?

Al principio hablé de los vikingos o daneses, quienes culturalmente estaban obligados a ser machos, pero dudo mucho que maltrataran a sus mujeres ya que sentían un profundo respeto por quienes daban la vida a nuevos miembros del clan, esto según investigaciones antropológicas, aunque fuera de este el perdón no existía en su haber ni sentir. En ese contexto, este grupo belicoso no sentía culpa por su actuar sanguinario, sino que su propia sociedad lo exigía para ser bien visto por todos. También es cierto que aunque había gente que no participaba en conquistas y cortes de cabezas, ya que alguien tenía que quedarse a cuidar la función del reino, si les aplaudían a los grupos de choque ya que eso les garantizaba una supervivencia mas o menos cómoda bajo los estándares de la época. Cuando fueron cristianizados su modo de vida cambió y entonces repudiaron sus viejas costumbres ya fuera por estar cansados de tanta sangre derramada o por asimilar cánones promotores de la paz.

Entonces lo malo o lo bueno depende de si te “caían” los vikingos blandiendo espadas o eras tú mismo quien le “caía” a alguien más para conquistarlo. Este fenómeno lo vemos, por ejemplo, en los corridos musicales actuales, donde se idealiza la actividad fuera de la ley, porque se ve lejano y ajeno, como al Chapo Guzmán, sin embargo, cuando eres la víctima, tu perspectiva cambia de manera radical y súbitamente odias al tipo este. Lo mismo tenemos con la música altamente sexual y misógina como el reguetón, perreo y otras corrientes aplaudidas y difundidas a la diestra y siniestra por los medios masivos de comunicación, que por supuesto que buscan enajenar a la población tanto masculina como femenina (tristemente) para capitalizar con la ignorancia (al menos musical) ya que es lo que se escucha todo el tiempo en cada colonia de cada ciudad permitiendo sublimar en el inconsciente un comportamiento animal en detrimento de la sociedad y promoviendo la cultura del acoso en todos los niveles mientras abren sus bolsillos sucumbiendo a la mercadotecnia vil y promotora de estupideces.

De esta manera lo bueno y malo se determina según los propios y egoístas estándares morales y no de los de las leyes que procuran la supervivencia armónica grupal ya que lo que se recibe en los medios es otra historia, una que propicia la corrupción y demás pecados comunes, como molestar a los débiles y no admitir jamás la culpa de nada.

Ahora, habiendo develado su visión, díganme ustedes: ¿Qué se puede hacer para resolver la problemática que nos atañe y afecta a todos?

Yo opino que deberíamos comenzar con ampliar el vocabulario, así no nos venden cualquier bagatela propuesta con una treintena de palabras soeces y chicas semidesnudas bailando el canchis canchis al ritmo de algo que aún no logro entender, por más que quiera, como el lenguaje incluyente.

Resumiendo, la educación es la solución a los problemas y eso, damas y caballeros, desarrolla el respeto en todos y para todos.

Carlos di Paulo Zozaya

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