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Sin malicia

Recorrí la parte de la ciudad que recorría todos los días, la misma distancia que me separaba de mi empleo, esa cosa que estaba obligado a hacer todos los días con tal de llevar el pan a la mesa de mi familia, ese empleo que me separaba todos los días y me alejaba de mi verdadera vocación, algo que amaba y que no había podido concretar. Hasta hoy, y en este momento esbozo una gran sonrisa de satisfacción, ya que mi lienzo es el papel y mi tinta es la descriptiva de los eventos de esta obra, si no maestra, obra de mi creación, y en eso, lleva una gran virtud, se los aseguro.

El canto de las aves me cargaban en su seno
Alado como es propio de las aves a un
paraíso
Donde las aguas cristalinas de una fuente
Encantaba mis oídos con el murmullo de sus
aguas
No tenía más que ver en el paraje horizontal
Y mis oídos embelesados por tal pulcritud
Obstruyeron mi razón y no pude en un
instante
Dejar de evocar un recuerdo fugaz de aquella
Que había desaparecido de los confines
vulgares
Que la tierra representaba en esos momentos
El fuego de mis entrañas consumía mi mente
Sendas llamaradas, flamas de color ámbar

Recorrían el cuerpo dócil ante un recuerdo
Recuerdo que llenaba los arcones de mis sueños
Y el ave que me había traído hasta aquí
Pensaba yo en un murmullo que escapase
Se retiraba ya muy lejos en las planicies
Y quedaba solo nuevamente ensimismado
Corroído en mi interior por roedores
Que sin malicia acaban con mi esperanza

©Carlos di Paulo Zozaya, del libro “Cuando te miro”

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