El tenue rubor de tus mejillas, las caricias que a tu cuello propinas, tus dedos jugueteando en la mesilla, el bullicio del lugar donde casualmente nos encontramos.
Y el café corriendo en manos del mesero, curioseando entre las mesas buscando atrapar un ademán que lo llamase a servir otra taza del negro brebaje, mientras acariciabas el otro lado de tu cuello, mas cerquita de su nacimiento, más por los hombros y yo, pensando por ti… un poco más abajo. Inmediatamente pensé en prestarte mis manos y porque no, mis sueños…
¡Adivina!
Adivinaste mis pensamientos
Adelantaste mis intenciones
Te sonrojaste por dentro
Y por fuera sonreías con tiento
Bastó solo rozarte para saber
De la disposición en tu haber
Que las estrofas mellaban tu intensión
De permanecer en tu sitio
Degustando la bebida caliente…
Sin embargo
Que ahora necesitabas, según entendí
Que en tu oído soplara un susurro ardiente
Que el vaho penetrara en tu ser, en ti
Para que sucumbieras en los brazos
Que en ese momento arriaban
Por recorrer ese par de pasos
Que a final de cuentas fueron otros tantos
Siguiéndonos uno al otro por pasadizos
Hasta las mismas puertas que dan entrada
A los sueños que tenemos de vez en vez…
Cuando llega la fría madrugada
©Carlos di Paulo Zozaya
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