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No es tiempo de exagerar

Este tiempo y el clima mental de la sociedad se presta para decir verdades y no para la exageración.
Si, es cierto que la verdad no peca, pero incomoda, la manera de decirla suaviza el resultado; no es lo que dices, sino como lo dices. Refranes hay muchos con respecto a esto y también esta el que reza: Si no tienes nada bueno que decir, no hables.
Y esto se aplica a la realidad, a la verdad congruente con la percepción de todo el mundo, ya que hoy nos enfrentamos a una nueva, que se asimila como catastrófica, aunque pueda no ser así.
Lo actual se percibe como muerte y desolación sin embargo no hay que olvidar que la raza humana, así como todas las especies vivas en este planeta en algún momento de su existencia se han enfrentado a esto. No es novedad que la gente muera e pandemias y por un porcentaje que centuplica la mortandad con el COVID- 19 pero la rapidez con que vuelan las noticias deliberadamente exageradas y adulteradas, con personajes oscuros que desean a toda costa fama y dinero, no se detienen en su avance psicótico incitando a la histeria colectiva que nunca tiene resultados positivos en la psique humana, dejando profundas cicatrices en el colectivo, porque cuando hay pánico no hay un orden cívico, mesurado y elocuente.
La psicosis colectiva causa estragos en todos los ámbitos de nuestra vida, provocando reacciones sicosomáticas que resultan en enfermedades imaginarias pero muy reales para quien las “padece”, y ello abarrota a los servicios médicos de emergencia, escaseando los recursos que se tienen para la atención prioritaria de quienes si tienen enfermedades reales. Cuando se tiene pánico el ser humano responde positivo a todas las casillas de la autoevaluación para la detección temprana de cualquier padecimiento; todo dolor por pequeño que sea se convierte en la mente del paciente en cáncer terminal.
Entonces, lo que debiera de ser propagado es un panorama ajustado a la realidad, como lo hacen los medios responsables y no la partida de idioteces que pululan en gran parte del internet.
Es cierto que todos tenemos derecho opinar, a la libre expresión y es responsabilidad de cada quien responder por sus palabras, mas cuando éstas causan el malestar de todos aunque en realidad, como rezan las etiquetas de los medicamentos naturistas: El consumo de este producto es responsabilidad de quien lo consume y de quien lo recomienda.
Y aquí es cuando podemos aplicar el refrán: La verdad no peca, pero incomoda.
Si, el florecimiento de las corrientes escandalosamente sensacionalistas es responsabilidad de quienes siguen, interactúan y las recomiendan o comparten. En un mercado, la demanda rige al flujo de productos y por tal motivo es que hay tanta estupidez rondando, llenando de basura los espacios que debieran de servir para el sano esparcimiento, (incluyendo lo lúdico sin rayar en lo grotesco y sadismo). Es insólito que un video de alguien torturando a un perro tenga un millón mas de visualizaciones, interacciones y demás reacciones que un buen cantante desconocido, escritor o filántropo. Cierto es que esas interacciones, como en el caso del perro, la mayoría son de desaprobación, sin embargo, al tener tantas reacciones se convierten en alicientes para las personas que buscan tener esa fama enfermiza y por consiguiente, dentro de muy poco tiempo habrá cientos de sádicos publicando sus hazañas enfermizas en redes sociales. De la misma manera que el COVID- 19 ha despertado en este mismo tipo de personajes la imperiosa necesidad de regar el desasosiego social y eso no es mas responsabilidad que de quien lo ve y lo comparte.

Carlos Di Paulo Zozaya

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