Desde el rincón más alejado, funestamente obscuro, se escuchaban los lamentos de un corazón agonizante.
En su agonía clamaba: ¡Salvación, salvación!
Pero tarde era ya, porque el amor lo había abandonado…
El corazón ya no palpitaba de emoción Cuando al escucharla musitar Sus tímpanos ya no vibraban Con aquella intensidad parecida A la súbita alza de presión sanguínea... Tampoco su mirar reflejaba ya El rostro sonriente, cotidiano Y a poco se fue reduciendo Aquel fanal del rincón ahora funesto Hasta que se fundió completamente Y el rincón la luz no volvería a ver... Ni el corazón, que no aguantó Ya más seguir el camino sin amor Y también su antes resplandor... Se apagó Y ahogado en su irregular trepidar Su voz también se fue convirtiendo En un suave murmullo apenas audible La agonía se acentuaba rápidamente Hasta que ya no pudo soportarlo Y cayó definitivamente junto con el cuerpo Mucho después de que las palabras Salieran sobrando ya entre los dos Murió el amor, llevándose consigo La iluminación de aquel lugar preciso Donde algún día brillaran las estrellas Con tan solo mirarnos el uno al otro ©Carlos di Paulo Zozaya