Del libro “El hombre en la ventana”

“Entiendo que mis creaciones son simplemente una mezcla de colores que representan la forma en la que yo veo al mundo. Es la forma particular de ver lo que me rodea, y pienso que no tiene nada que ver con lo que en realidad entraña. Esta forma de percibir la realidad, es lo que me inspira a crear lo que hago, simplemente porque así lo capto.

Es cierto, que en una obra de arte no solo se mezclan colores, sino que también, va la parte sensible de mí en la mezcla, ya que cotidianamente imprimo una buena porción de lo que siento al lienzo. Esa parte de mi impresa en los matices, puede percibirse por los que admiran la obra y de alguna forma percibir lo que sentí al crearla. Las pinturas que considero maestras tienen esa facultad, la de transmitir mi sensibilidad ocasionando una reacción en los que la observan. Esas obras no piden ni dan explicación alguna, simplemente se disfrutan. El resultado de una inspiración no siempre es lo que se planea y está a juicio de quien la admira, admitir algún sentimiento que le lleve a expresar lo que provoca admirarla y como resultado, quiera llevársela a su hogar.

En el caso de la obra impresa en la portada, consecuencia de las cartas descritas en este libro, plasme lo que pude captar de una expresión ajena a mí, por ello de la dificultad, pero también mi apego a ella, ya que en parte habla de mi tanto como habla del hombre en la ventana, uno de los personajes que aparece más adelante.

El sequito de fantasmas que me siguió mientras la estaba creando, me compenetro mucho en el carácter desesperado del autor de los escritos que tuve en mis manos, al grado de sentir yo mismo una irremediable cercanía con la desventura que sentirían ambos, tanto ese hombre como la mujer de la casa.

Me puse a pensar que tan cercano estaba yo de las situaciones que leí, al grado de meditar sobre mis propias peripecias en situaciones sentimentales parecidas.

¿Cuántas veces se puede estar al borde del colapso mental, a raíz de un amor no consumado?

Esa situación se me ofreció fascinante.

Pensé en entregar el cuadro,  prevaleció solo la intención, ya que la persona que me lo había encargado al momento de terminarlo ya no estaba, por lo tanto, nunca entregué la obra.

Solo me resta decir lo siguiente, como una precaria explicación a lo relatado en estas páginas:

Metafóricamente hablando, escribo un libro de mi vida el cual repaso para afinar los detalles que no me gustan. A ello le llamo el atril de mi mente, desde donde doy lectura cotidiana a mis hechos y virtudes. De vez en cuando, escribo estos hechos para no perder de vista los detalles importantes. La palabra no escrita está irremediablemente destinada a volar como el viento y perderse en el paraje del olvido…”

©Carlos René di Paulo Zozaya

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