Las palabras suelen fluir con facilidad, el artificio de unir letras suele ser sencillo.
Más sencillo es describir los eventos extraordinarios que nos acontecen todos los días, sin quitar nada. Estos eventos nos rodean con formas a veces discretas y son difíciles de captar si no tenemos la presteza de mantener los ojos abiertos a lo que sucede.
Y lo que me sucede, particularmente hablando, es el deseo de escribir historias y describir esas cosas que llenan de vida a la existencia perenne.
Podría pintar las escenas con colores llamativos, pero a veces, prefiero la tinta negra de mi pluma para describirlo y narrarlo, ya que la pintura es auto- descriptiva.
Otro hecho de la escritura, es que se puede construir un mundo fantástico alrededor de uno y los lectores, con narraciones completas y lujo de detalles, utilizando la imaginación del escritor. Pero lo cierto es que nada es absolutamente fantástico, se siguen los hilvanes de la experiencia para plasmar un hecho, por lo tanto, no hay mentiras al ciento por cien, pero verdades a medias relatadas para llevar las aventuras a un grado de mayor suspenso o interés.
Los relatos son escenas pintadas en la mente de los escribanos y los lectores.
El lenguaje corporal es básico para comenzar historias ya que el cuerpo habla más fuerte que las palabras. El sentarme a observar el comportamiento de las personas, que dicen las actitudes de los seres que pasan de lado es vital para escribir lo que transmiten. Más aún, cuando estos personajes se encuentran dentro del entorno inmediato a mí. Escucho sus diálogos, participo en ellos y también, hablo con el cuerpo cosas que para el ojo no avezado, pasan desapercibidas.
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